Como mandyju pytã

Discursos que ¿escriben/inscriben? infancias

Jorge Peña


mandyju pytã[1]

Fotografía: Fernando Allen

 

 

Descartes no creyó superfluo hacer la observación
de la regla que nos enseña que no hay que ocuparse
enseguida de las cosas más difíciles y arduas, sino que
hay que profundizar ante todo las artes menos importantes
y más simples, sobre todo aquellas donde el orden reina más,
como son las de los artesanos que hacen tela o tapices, o las de
las mujeres que bordan o hacen encaje…

J. Lacan, Lección del 13 de enero de 1975

 

 

Una aguja; inicialmente está hecha para coser y agujerear; permite en un segundo momento que algo entre o salga, por ejemplo un hilo, que le sigue los pasos a la aguja y sirve de sostén para que luego de un nudo otro hilo pueda bifurcarse e ir armando de esa manera una trama, el entramado de una tela que podría ser una vestimenta o una manta que cobije a un recién nacido. El bebé al nacer es envuelto dos veces, con palabras y con una manta; ambas lo protegen, le permiten continuar con vida.

La palabra tejer y la palabra texto vienen de la misma raíz, del latín texere. Además, la palabra sánscrita “sutra” significa “hilo” y “texto” a la vez. La relación entre ambas es sumamente llamativa. Ya decía Eduardo Galeano que “Quien escribe, teje”.

Entonces, el lenguaje tiene algo en común con el tejer; agujerea, permite que las palabras se entramen, se anuden. Un telar se va formando, se va tejiendo… por las manos de otro. El ser humano es afectado ante la presencia/ausencia del otro; y esto lo deja ante la posibilidad del lenguaje que se inaugura en él. Primero, ese lenguaje dice al niño, luego es el niño quien dice algo con ese lenguaje.

Los juegos de ocultación que describió Freud, muestran que el momento en que el deseo se humaniza es también el momento en que el niño nace al lenguaje. En el Fort-Da el niño domina su privación, destruye el objeto que hizo aparecer y desaparecer, y se adentra en el sistema del discurso concreto del ambiente. Freud mostró lo que hizo Ernst, su nieto, hijo de Sophie, con su Fort- Da, convertido en casi un concepto teórico pero sin dejar de ser la manera, el estilo propio con que Ernst atravesó su propia experiencia de separación de la madre.

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Me pregunté: ¿De qué está hecha una infancia? ¿qué la conforma, qué la determina? ¿Qué hay antes de un niño? Pues, hay palabras, hay fantasías, hay deseos, hay planes que ya lo van creando. Lo que una madre y un padre di  cen del futuro bebé, lo que desean, cómo lo piensan… le precede. Ese niño ya lleva un nombre (al menos generalmente) antes de nacer. ¿Hasta qué punto esas palabras de otro crean al supuesto niño?, ¿hasta qué punto se identificará con ellas? Hay palabras que quedan anudadas en uno, como nudos en un tejido que va hilándose. ¿Será que algunos se desanudarán para volver a tejerse, o ya quedarán como parte del tejido? ¿Se podrían descoser?[2]

Los vínculos con el mundo humano, humanizan. Lacan, en su seminario Los escritos técnicos de Freud , da como ejemplo el gruñir de los cerdos[3], donde se muestra el desciframiento, la transliteración a efectuar sobre esos gruñidos que hacen. Me hizo pensar en los llantos, sollozos, cólicos del recién nacido. Decía Lacan que el gruñido del cerdo solo se transforma en palabra cuando alguien se plantea la cuestión de saber qué es lo que este gruñido pretende hacer creer. Una palabra es palabra en la exacta medida en que hay alguien que crea en ella.

Históricamente los adultos se han mostrado con oídos torpes para entender las vibraciones vocales de aquellos que solamente balbucean, solo lloran, solo emiten sonidos incomprensibles. ¡Disonancias! ¡Falta de armonía! A esos pequeñuelos hay que entrenarlos a modular adecuadamente las palabras, las frases, el tono, porque ellos “no dicen nada, no entienden ni saben nada”.

You’ll speak when you are spoken to, he’ll speak when he’s spoken to[4]. El sujeto, allí donde nace, no tiene otro destino que el de insertarse en el lugar del Otro, en una cadena de significantes. El significante revela al sujeto, «pero borrando su huella». El sujeto surge con el nacimiento del significante, «pero como tachado, como no-sabido», y «toda la orientación posterior del sujeto se basa en la necesidad de una reconquista respecto a este no-sabido original”[5]

Detrás del discurso está lo que él quiere decir. Entonces, ¿Qué quieren decir todos estos discursos sobre las infancias? En plural porque no hay una sola. ¿Por qué afirmar que los niños son infans, es decir aquel que no habla, que no dice? Si al nacer, inmediatamente tratamos de descifrar qué es lo que pretende transmitir con su llanto, es decir que ¡algo dice!

El niño no solo está a merced del discurso materno y paterno, sino que también está, por ejemplo, el político que lo busca atrapar al igual que a su cuerpo ¿Qué buscan crear estos discursos, por ende? ¿Acaso el niño revoltoso, aquel que no queda quieto frente a la orden de sentate y copia la tarea, no  podría estar resistiendo a que algo se cree o produzca en él, a que algo se le impregne?

Quedan así planteados los interrogantes de este escrito: los discursos que apuntan al niño: el discurso escolar, el médico, el farmacológico, el psicopedagógico, el político, toda la gama psi incluyendo el psicoanalítico, también. ¿Estos discursos inscriben/escriben las infancias?; si estos discursos y lo que dicen quedan inscriptos en ellas, en el sentido de ser lo que otros dicen de uno, ¿qué es lo que agujerea al sujeto? ¿Cuál es ese mítico primer hilo que sirve de sostén para comenzar la trama? Si ese primer hilo es grueso, o fino, azul, verde o blanco, realmente ¿determina algo? ¿Qué sucede cuando una puntada fue mal puesta y sobresale como falla en el telar? ¿Cómo saber si esa ropa o esa manta será apropiada para quien la vista?

En Paraguay existe un bordado llamado ao po’í, que en lengua guaraní significa ropa delicada o tela fina.

El ao po’í viene del typói, prenda rústica utilizada por los indígenas, observada por las primeras expediciones españolas y que hasta hoy día utilizan los pãi tavyterã en sus trajes ceremoniales. Son los españoles quienes introducen el telar, y la producción de metros de tela de algodón servía como moneda de cambio: “se pagaban salarios, se fabricaban velas para las embarcaciones y el algodón era el elemento de trueque preferido para la compra de productos del país. En varas de algodón también se cobraban las multas” (M. Rivarola, 1994). El ao po’í heredó la esencia del typói pero volviéndose una ropa o prenda fina, como indica su nombre. Es decir, se transformó.

Más adelante, la decisión del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia (1766 – 1840) de cerrar las fronteras del Paraguay para preservar la independencia, obligó a las mujeres a hilar el algodón para tejer y confeccionar las prendas de vestir en general. Las prendas de ao po’íeté son únicas (la partícula guaraní eté resalta el carácter de lo verdadero). Cada tejedora tenía un estilo particular y propio que generalmente recordaban a las flores o frutos que crecían en sus jardines y chacras a través de los bordados, encajes y el delicado punto cruz.

El tejer, en este sentido histórico del Paraguay, se convirtió en un acto de supervivencia y a su vez en el nacimiento de una identidad. Entonces, de igual manera, ¿no podríamos afirmar que el lenguaje, el hablar, es necesario para sobrevivir y nombrarse a uno mismo, y dar lugar al sujeto? Se ve aquí claramente esa misma raíz (texere) entre el tejer y el texto.

A decir de Lía Colombino, “Todo tejido deviene escritura y al revés. Yo diría que quien teje, escribe doblemente. Se escribe la conspiración, se trama la conspiración. Se trata de leer ese alfabeto, tocar la textura del tejido, la textura del texto”. Mantengamos esto de la textura del texto para retomarlo más adelante. Pero antes de avanzar en esa dirección, veamos lo que yo llamo la génesis del ao po’í inspirado en la descripción de Colombino[6], y el notable paralelismo con la experiencia de humanización del bebé al ser cobijado por el lenguaje:

Un copo de algodón blanco. Un copo de algodón blanco muta. Unas manos frotan, entre la yema de los dedos, un copo de algodón blanco. Las semillas que traía fueron extraídas, ellas ya han hecho su trabajo, ahora le toca su turno a esa pequeña nube mutando. El copo va convirtiéndose en hilo que pasa por las yemas de dedos que lo acarician hasta llegar a reunirse en un huso. El huso gira y trama una silenciosa conspiración. Una conspiración blanca, sobre blanco fondo.

Esos mismos dedos que tomaron el pequeño copo, preparan la urdimbre que se tensa en telar vertical. Lizo y peine acarician los hilos que van convirtiéndose en tela. El telar, no olvidar, vertical, y rústico. Un telar que también se impone luego de haber sido sólo trama y urdimbre sin tanta parafernalia hecha de madera.

Con el movimiento y el ruido del telar empieza este gran ritual amatorio a blanco furioso. La tela que se va haciendo incorpora distintos grosores, no escatima, no discrimina. Y, a veces, hasta traiciona el blanco con alguna incorporación de mandyju pytã, un algodón cuyo copo es de un tono rojizo, como la tierra oxidada de esta parte del Paraguay.

El algodón devenido tela recibe el bordado conquistador. En una suerte de rito que pretende colonizar, el blanco recibe otro blanco. El algodón otro algodón. Recibido el bordado en su superficie, que tuvo que horadar a pura aguja, la trama conspira, secretamente.

La aguja penetra la tela violentamente y le obliga a sostener el bordado extraño. Figuraciones varias se cuelan en las rigurosas síntesis y geometría entre trama y urdimbre.

Sin embargo, el nombre de la tela, sigue siendo el mismo. Se sobrepone al bordado, lo incluye en su nombre. Lo fagocita.

Esto da pistas. ¿Acaso el infans no fagocita, también, los discursos (de hecho, necesita de alguno) y de esa manera se aleja de aquello de ser quien no habla, se alimenta de ellos, los hace propios pero no para confundirse, sino más bien para apoyarse y sobreponerse a ellos?. El dicho popular en jopará lo atestigua cuando algún niño está silenciosamente fuera de la vista de sus cuidadores: ¿Qué estará tramando hina ese mita’í? [7] Pero él sucumbe, los discursos están incluidos en su nombre, tienen fuerza. No será una lucha fácil diferenciarse.

La conspiración es siempre après coup, se está gestando, está preparándose, se va tramando, hasta que en algún momento se vuelve un acto y se realiza, aunque no siempre. Así, ese supuesto infans, está tramando algo, está gestándose en el lenguaje y conspirando algo que, más adelante, hará de mandyju pytã para hacerse notar y diferenciarse en medio de un discurso; es decir, irrumpirá, hará presencia, se dejará ver. Claro, interrumpir un discurso nunca viene solo; es irreverencia, es rebeldía, los reproches y sanciones a quien interrumpe suelen ser duros, está mal visto. Durante los discursos todos callan menos uno, y justamente ahí está puesta la mira de la conspiración.

Por el otro lado, también está la posibilidad de aquellos discursos que consumen al infans, lo hacen parte de ellos. Por ejemplo, aquel niño que termina ubicándose en el lugar que le asignan las expectativas de sus padres, el alumno que asume ser el de mala conducta porque sus maestros así le dicen, el niño que se apropia de algún diagnóstico recibido, etc. Estos son los discursos de poder en relación al niño necesarios de cuestionar.

El hilo se desconoce en el telar, la trama y la urdimbre ya no se logran ver, todo aquello deviene un mantel, deviene una prenda, lo que termina viéndose a simple vista es una camisa, un vestido… una metonimia, quizás. Sin embargo, no están perdidos. Al mirar de cerca, están allí. Al detenerse y observar, ese pequeño resto rojo de algodón indica que algo hay detrás.

Lacan menciona que “la palabra se instituye como tal en la estructura del mundo semántico que es del lenguaje”. La función creadora de la palabra posibilitará el inicio mismo de la conspiración, por aquello de que la palabra nunca tiene un único sentido y siempre tiene un más allá. Entonces, ahí puede también el infans pescar que tras lo que dice un discurso, está lo que quiere decir, y tras lo que quiere decir está otro querer decir. Es ahí donde tiene la brillante oportunidad de instalar su conspiración, su revuelta íntima[8].

En este punto quiero enfocarme en el origen mismo de esa conspiración, para encontrar el material mismo con el cual se hará esa trama. “Texto quiere decir tejido; pero si hasta aquí se ha tomado este tejido como un producto, un velo detrás del cual se encuentra más o menos oculto el sentido (la verdad), nosotros acentuamos ahora la idea generativa de que el texto se hace, se trabaja a través de un entrelazado perpetuo; perdido en ese tejido – esa textura-, el sujeto se deshace en él como una araña que se disuelve en las segregaciones constructivas de su tela. Si amásemos los neologismos podríamos definir la teoría del texto como una hifología” (hifos: es el tejido y la tela de la araña)[9].

Los discursos no solo son lecturas de algo escrito, ni solo oratoria ante un público. El discurso no solo escribe algo en ese público, sino que inscribe algo en ellos. Escribir es una manera de inscribir pero inscribir pueden ser muchas cosas más aparte de la escritura. Puede ser un grabado, un trazo, una puntada. Los discursos citados aquí operan así, buscan que el infante los repita y se apropian de ellos, y así quedan inscriptos en las infancias.

En este punto del recorrido resulta útil revisar rápidamente los cuatro discursos que Lacan formuló (amo, universitario, histeria y del analista). Especialmente el discurso del amo que intenta la dominación, el sometimiento como es el caso del discurso educativo que pareciera ser que ya no está ubicado en ningún lugar claro. Hoy las escuelas no solo transmiten conocimientos concretos, sino que ostentan una autoridad supuesta para nombrar de una u otra forma lo particular de sus alumnos. Es así como la unión de las escuelas con el campo psi, no dudan en generar un discurso particular que intenta inscribir un tipo de saber clasificatorio ante aquello que no sucede tal como está estipulado por ellos. Prueba de esto es el sobrediagnóstico de modos de atención, socialización, uso del lenguaje o la inquietud motora. Hoy día existen documentos firmados por padres donde se comprometen a mantener al hijo medicado a pedido del colegio. Existen libretas que ya no son solamente de calificaciones, sino que indican que tal o cual alumno no tiene la supuesta capacidad emocional para desenvolverse en su grupo de pares. Entonces, el discurso escolar se volvió un discurso difícil de entender.

Otro ejemplo es el de países cuyos gobiernos determinan beneficios y subvenciones para ciertas clasificaciones psiquiátricas, o el veto de la práctica de ciertas profesiones. ¿Y esa apropiación completa del cuerpo y vida del individuo cómo se maneja? Es complicado, y no será sin consecuencias.

Por todo esto, es muy pertinente la idea de conspirar, tramar, tejer, descoser; el psicoanálisis tiene algo que aportar al respecto. “Lo que está en juego en un psicoanálisis es el advenimiento en el sujeto de la poca realidad de un deseo que lo sostiene en él”[10]. En ese advenimiento está su capacidad de levantarse e interrumpir subversivamente el discurso que lo busca definir. Es convertirse momentáneamente en el punto rojo de algodón en medio del telar blanco, es apostar al surgimiento de su estilo frente a la normativizante palabrería que busca atraparlo. Mientras ese infante, supuesto sin palabras, es presa de estos discursos, va tramando su conspiración, y en un análisis justamente queda posibilitado aquello que subrayaba anteriormente en relación al ao po’í: Leer ese alfabeto, tocar la textura del tejido mismo, – la textura del texto de quien viene a hablar. He ahí el desafío de un análisis. Llegar a esa textura misma, entre la trama y urdimbre.

Pero esa tarea no es cualquier tarea. Tiene su ritmo, tiene su tiempo. Tejer el ao po’í conlleva la acomodación a lo lento, la silla bajo la sombra, el canto de los pájaros, la vida de pueblo; así como sucede en Yataity, capital del ao po’í. Tejer tiene su propio ritmo. Una tejedora entrevistada decía entre risas: “Cuando tejo, en lo único que pienso, es que quiero hacer más rápido, más rápido eso es lo que me antoja, pero no se puede”. El trabajo en un análisis también permite ajustarse en relación al tiempo: no se lo puede apurar.

¡Quizás no se trate de quedar por fuera de los discursos, la cultura conlleva discursos! La cuestión planteada entonces, es cómo y dónde ubicarse ante ellos. Una alternativa es quedar al margen, aunque no sea fácil: pero el margen es parte de la superficie, ¿sobrepasarlo es posible? Esto tampoco viene sin dificultades.

¿Realmente hay tanto miedo al sujeto sublevado? Un niño y sus síntomas puede ser también una sublevación, una reacción a una agresión, una defensa ante tanta invasión adulta a un mundo fantástico que busca huecos para construirse y sostenerse: el adulto no pide permiso, el adulto entra, cose y descose cuando se le antoja.

Este recorrido fue amplio, diverso, de idas y vueltas, para luego terminar en un punto conocido en psicoanálisis: la reivindicación subjetiva, el emerger del sujeto. No se trata de retirar el mandyjú pytá del telar, se trata de preservarlo porque ahí está su particularidad, su no uniformidad que permite reconocerlo, al igual que los encajes de flores que puedan tejerse encima adoptando un estilo propio. No hay dos tramas iguales, no hay dos textos iguales. ¿Tantas vueltas para llegar acá? ¡Si no habrá sentido esto quien pasó por un análisis! ¡Tantas vueltas como puntadas hagan falta!

Bibliografía revisada

  • AA.VV¿Dónde están los niños? Revista Me cayó el veinte número 11 (2005)
  • AA.VV. El libro blanco Ao Po’i: La conspiración de la trama Yasykañy/Luna Escondida, número 3, Editorial Fotosíntesis S.A. (2011)
  • Freud, S. La negación Tomo XIX: El yo y el ello y otras obras 1923-1925. Amorrortu editores (2008)
  • Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan : Libro 1: Los escritos técnicos de Freud. Paidós (2007)
  • Lacan, J. Escritos 1. – 2da ed. Buenos Aires. Siglo XXI Editores Argentina, (2007)
  • Lacan, J. El seminario. Libro 9: La identificación. Paidós (1993)
  • Thomas, M.C. El autismo y las lenguas, Consejo Editorial (2014)


  1. Tipo de Semilla de algodón de color rojizo.

  2. En el siglo XVIII la camisa era la prenda básica de cualquier hombre y la costura de una implicaba un aproximado de 20.6000 puntadas y estimativamente llevaba 9km de hilo de algodón. (https://susanhollowayscott.com/blog/2020/6/7/how-many-hand-sewn-stitches-in-an-18thc-mans-shirt)

  3. Lacan, J. Seminario 1 “Los Escritos Técnicos de Freud”, p. 234

  4. Editors. (2005). Munich (canción). En The back room (album). Kitchenware Records.

  5. El seminario de Jacques Lacan. Libro 10: La angustia. Sesión del 16 de enero de 1963. Pág. 113. Paidós. 2011.

  6. Yasykañy Luna Escondida. El libro blanco Ao Po’I: la conspiración de la trama nro 3. 2011. AA.VV.

  7. ¿Qué estará tramando ese niño?

  8. Término tomando de Julia Kristeva.

  9. Roland Barthes. “El susurro del lenguaje”

  10. Lacan,J. “Función y Campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. p. 272.

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